sábado, 28 de enero de 2012

Ahí. Del trece de julio del dos mil once.

Diversas razones hacen que este minuto sea propicio para comenzar una nueva entrada.


Y bueno, de hecho ahora no lo es. La frase anterior la escribí hace casi tres horas. Ahora son las tres de la mañana, no sé cómo se me hizo tan tarde.
Hace rato tenía un verdadero dilema existencial; acababa de lavarme el pelo y tenía la toalla puesta en la cabeza, la cual es muy pesada porque es gigante. Sospecho que como manta cubre bastantes las expectativas. Bueno, la cosa es que mi gran disyuntiva correspondía a si dejaba la toalla en mi cabeza o no, porque si no lo hacía, tendría que sentir el olor del shampoo, que NO ME AGRADA. Muy biodegradable será pero huele (tengo sueño) mal. Además es de coco, y me parece difícil pensar en algo menos parecido al coco que esa sustancia jabonosa a la que nos referimos. Entonces, ¿qué debía hacer? ¿Soportar el olor no-cocoso del shampoo, además de enfriar mi cabeza húmeda o soportar el peso de la toalla con aspiraciones de manta? Lo anterior era de una importancia tal que la verdad es que no me acuerdo de qué cresta decidí al final. Pero lo que sé, es que ahora muero de sueño, en unas horas debo tramitar un hemograma y luego una marcha que promete ampliamente, y mi espalda reclama la posición horizontal con la que los mortales entramos mundo de los terrile sueños.


No lavo el pote del almuerzo desde el... ¿viernes? Admito que me provoca cierto temor abrirlo.




Curioso, esta publicación comencé a escribirla el trece de julio del dos mil once.

1 comentario:

  1. Yo no lavo mi pote desde hace 3 semanas, algo tendrá ese pote de tapa verde que me intimida.
    comprate el shampoo de manzanilla biodegradable, es mas rico que el de coco

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