miércoles, 8 de junio de 2011

Que no suene.

Concentrarse en patear las manos hacia afuera del agua, aprovechando cada oportunidad de propulsión.

En estos quince minutos aprovecho para declarar que tengo total conciencia de que lo que alguna vez leí, hace no mucho en realidad, ya lo sabía. Y lo sé. Y lo sabré también después. Y que aún no he hecho nada al respecto. No eran exactamente las palabras, pero la idea es más o menos ésta:
Generalmente, cuando estás esperando las condiciones óptimas para hacer eso que tienes que hacer y has estado esquivando, la verdad es que no hay nada que esperar. No hay nada que te impida hacerlo, todo está perfecto como está.

Haz la hueá.

viernes, 29 de abril de 2011

212

- Llévame al supermercado, me siento demasiado pasada a llevar.
- No creo que sea necesario llegar a ese punto -objetó-, a estas alturas, tú deberías ser totalmente capaz de controlarte.
La señal luminosa de "parada solicitada" se encendió junto con el pitido de rigor, y se dispusieron a, por enésima vez, hacinarse contra la pared de la máquina para dejar pasar a un grupo de escolares hiperventiladas bastante poco conscientes del respeto por el espacio ajeno. Él dudó de haber empleado el tono adecuado; le pareció excederse un poco. Cuando pudieron volver a ponerse cómodos, entendido sea en el contexto del transporte público santiaguino, se produjo un silencio pesado que pedía ser roto por algún comentario no precisamente coherente con el molesto tema que acababan de dejar en suspensión. Ya ambos estaban hartos de concluir que nunca iban a encontrar una solución. Pero, como suele decirse, la esperanza es lo último que se pierde.

¿Era esta misma esperanza la que los desgastaba de esa manera?
Muy probablemente, lo era.

Era ella la que los llevaba a tener exactamente la misma conversación una y otra vez para llegar al mismo fin. Un fin que iba corrompiendo cada vez un poquito más lo que habían construido durante once meses. Cuando la distancia entre su destino y la micro determinó que era tiempo de tocar el timbre, la costumbre provocó que él hiciera el ademán de tomarle la mano para bajar, pero las tensiones del momento lo retuvieron en el último segundo. No llegó a enterarse si ella percibió el gesto, pero deseó que no lo hubiera hecho; sentía que el que ella diera cuenta de ese momento de flaqueza mermaría aun más su amor propio. Dirigió la mano a su bolsillo y tanteó vagamente el paquete con dos Mentitas que se había comprado en el quiosco que está justo al salir del metro, y recordó lo que tenía en el otro lado del pantalón. Eso que traía para ella.

Y ella no estaba dispuesta a transar. Por lo menos, no por ahora. Y él no le entregaría nada con los ánimos como lo estaban en ese momento.

Caminaron. Y llegaron.

domingo, 3 de abril de 2011

Olía a maquillaje.

Ese día de la semana le tocaba entrar más temprano de lo habitual. La media hora de desfase de su partida en relación al resto de los días generaba un cambio más o menos notable en la cantidad de gente que llenaba los espacios del metro, por lo que encontrar un asiento no era, en la situación, un hecho de relevancia mayor. Después de haber  ya recorrido el rutinario rumbo matutino desde su casa hasta el andén, entonces, vio acercarse desde lo negro la pequeña luz, junto con el característico tronar de los rieles bajo la máquina. Las puertas se abrieron. Luego de dejar descender antes de subir, como nos aconsejan desde siempre, cruzó la línea amarilla para ingresar al metro junto con unas siete personas que habían decidido que ésa era la puerta que debían utilizar aquel día. Se sentó en un asiento que quedaba de cara a una de las ventanas del vagón, por lo que su reflejo le devolvió la mirada desde el no exactamente regular material, de colores sombríos, tenues, con aspecto aletargado. Fue en ese momento en el que se dio cuenta de lo no maquillada que se veía. Lo curioso fue que, al fijarse en los tonos que entregaba su cara totalmente excenta de cualquier tipo de maquillaje, utilizó inconscientemente el participio "maquillada" para referirse al aspecto deslavado de su rostro. La razón de este singular acontecimiento se encontraba a dos asientos hacia la derecha de ella, con un lápiz de ojos en una mano y un espejo en la otra. Se sentía en el aire.

martes, 29 de marzo de 2011

Cuatro días. Es hoy.

Hay miles de categorías, de todo. Hay miles de tipos de frutas, de electrodomésticos, de botellas, de marcos para fotos, de música, de cuadernos, de cafés, de momentos, de secretos. Yo tengo secretos guardados. Todos debemos tener secretos y conservarlos. Los secretos de clasifican por su relevancia, la cantidad de gente que implican, la humillación que causarían al ser descubiertos, el tormento que provocan por existir, etc.


Pero ése no es el tema.

La historia es la siguiente.


Cuando llegamos, todo estaba cubierto. El efecto que causaba era más bien de una paradójica incertidumbre. Todos sabíamos que no había nada que temer; de hecho, todos estábamos ya enterados de que estaría así, tapado, separando el mundo de nuestros sentidos con finas telas, pero la mente humana tiene caminos difíciles, a veces imposibles de predecir.
La seguridad es un tema que nos limita o nos libera.
Recibimos la señal. Un gesto que quería decir "no hay moros en la costa". La reacción fue inmediata, colectiva. Todo se dilató, casi como agua que hace caso omiso de la tensión superficial. Y que corre, corre. Pero no éramos nosotros. La señal no era para nosotros. Nos limitamos a contemplar el espectáculo. ¿Por qué no hacíamos nada, dices? Porque ni siquiera alcanzábamos a sentirla con los pies, y eso que no todos teníamos los zapatos puestos. Y porque supongo que estábamos resignados, y que en nuestras ideas preconcebidas sí tenía cabida la aceptación de que no iba a resultar. En realidad nunca estuvimos realmente aferrados a la idea, por lo que, es patético aceptar, dejarlo ir no fue una tarea difícil. Nunca, como a lo que estábamos habituados. Ahí ya había alguien. ¿Y qué podíamos hacer? Era bien sabido que acá, el que pestañea, pierde. El gran problema, lo que da el contraste de manera grandiosa entre este caso específico y otros más bien mundanos es la magnitud de lo que perdemos. Hubo una relajación, pero no era la nuestra. Lo que sí era nuestro era un exasperante nihilismo, rayando en el masoquismo, ambos construyendo una gruesa pared delante de nuestros ojos dejando todo lo que amábamos en el lado opuesto.

Quizás la señal era mentira, o era falsa.

O quizás sólo deba resignarme. Como dijo cierto escritor que no entiendo a cabalidad, no es coincidencia que el profesor dé como premio al mejor alumno de su clase lo que probablemente será el más cruento castigo para el peor.


Ahora ya estamos en otro contexto. Desde cualquier ángulo que quiera tomarse la situación, del análisis de la misma va a obtenerse un resultado de categórica modificación de planos. El tedio matutino aún no lo es, en estricto rigor, ya que la rutina no ha mermado el sentido de las cosas por el momento. ¿Cuál es una de las COLOSALES diferencias? Es exactamente eso, que supuestamente nada debería volverse un aburrimiento extremo creador de personas soportando cosas que no les interesan. Y que no hay nadie aquí. En lo pragmático obvio que sí, pero de todas maneras, no hay nadie. Estoy junto a un juego cromático y de dudosa funcionalidad. Pero es bonito. (¿El de Les Luthiers?, de hecho, ¡sí! El que estaba muerto, según lo que yo tenía entendido.)
¿Que coma? ¿Que coma qué, si se diese la instancia para delimitar conceptos? Un can que padece una anormalidad dañosa que haya alcanzado un cierto grado de irreversibilidad, ¿de dónde? ¿De los brazos, las piernas, el esternón, que no me escushen? Y, ¿a qué vendría la acotación con intenciones más bien apelativas? Y el dicterio, ¿por qué? Es un mal enfoque de las maneras de alcanzar los objetivos iniciales. Y bastante contraproducente, si me voy a la subjetividad que flexibiliza la historia. No hay nadie. Nadie. Sí, alguien. Pero aún no está ahí por completo.

Y no modifica nada.

sábado, 22 de enero de 2011

Entrada NTN.

Creo que mi blog tiene otra zona horaria o en su defecto un taldo en el momento de publicar la entry. Em, en realidad tengo ganas de escribir, pero NO SÉ DE QUÉ HACERLO. Mi mamá dijo alguna vez que en nuestros periodos más felices, la Bego y yo dejamos de escribir, pero el punto es que ahora estoy increíblemente feliz. Onda, muuuuuuuuy contenta. Al punto de tener cara de droga permanente. Y me encanta estar así. Y eso tira por lo suelos, aplasta e incluso llega a taclear con sumisión la teoría de mi mamá.

He estado realizando mis primeras incursiones dentro de la capital, acompañada de mi gran* sentido de la orientación. El primer día me perdí dos veces. La primera vez pude enmendar el error sin la ayuda de nadie, sólo de la hoja del googlemaps que me imprimí y donde mi hermana marcó Beauchef, la FEN, la Torre Quince y mi facultad, después de realizar numerosas rotaciones de la lámina de celulosa impresa con las calles del centro de Santiago hasta ponerla en la posición que me permitiría llegar. Tarde. Pero llegar. La segunda hube de necesitar la ayuda de mis pares, sea prima-con-el-mismo-problema-que-yo y que por lo tanto utiliza un lenguaje mucho más entendible para la estructura mental de una persona capaz de perderse en una ciudad con las calles numeradas, que mi hermana mayor, que me da indicaciones del estilo "camina hacia el sur", considerando la cantidad de edificios que me impiden ver el sol, o "baja por la calle equis". Sin comentarios.

Llevo seis días aquí, con las horas de sueño en la máxima distorsión que han alcanzado durante mi existencia y chancheando todas las noches, sin tener que cumplir con nada excepto un par de reuniones con los de mi carrera y las necesidades básicas. Y no morir de calor. Me estoy dando cuenta de cada vez más cosas que mueven mi vida. No es que esté viviendo un proceso en el que vaya adquiriendo más cosas, sino que ahora me estoy percatando mucho más concienzudamente de lo que ya está ahí desde hace tiempo, y me gusta. Quizás se llame madurar.

Tomé más conciencia de lo inculta que soy, encontré un círculo genial, discutí cosas interesantes hasta que mi materia gris se cansó de maquinar argumentos después de haber presenciado la inexplicable pérdida de una olla (que por cierto era la única que había en esa casa. De la situación, surgen dos preguntas dentro de mi cráneo; la de rigor en este caso: ¿dónde está la olla?, y la siguiente y última por el momento: ¿cómo cresta se te puede perder una olla?), tomé una posible sobredosis de helado, subí a la piscina en horas random y sospecho que he caminado el doble de las distancias que realmente recorro a fuerza de esquivar las tapas de la calle. Y he escrito cosas que lo más seguro es que a nadie le importen.

Y me di cuenta de que hice la elección PER-FEC-TA, y que por a, be o ce, estuve a punto de no hacerla.
Y en Chile, escribir bien, sin faltas de ortografía, es ser maniático.
Ahora vamos a empezar desde cero. Es una oportunidad tan escasa en la vida que hay que tomarla sí o sí (o tal vez sí). Si sopesamos la situación, el panorama es tan sublime que es difícil creerlo.

Acá en Santiago, eliminas un gran porcentaje de tus recursos hídricos corporales por medio del fenómeno de la sopa, más formalmente llamado el de la transpiración. Las distancias se estiran y el tiempo disminuye.

Tengo que tomar mis cosas e irme.





*: Sarcasmo.

martes, 4 de enero de 2011

Es más fácil.

Teníamos que comer bien, dormir bien, estar tranquilos, blablablá (?), pero si nos lo decían con cara de "sabemos que en realidad no es posible que lo hagan" en realidad estos sencillos consejos tornaban las cosas bastante más complicadas de lo que supuestamente ya eran. Pero, en realidad, para mí, no lo fueron tanto. En ningún momento fui capaz de entender por qué, pero estuve tan tranquila durante el día anterior y los días equis e y que llegué a sorprenderme varias veces. Ya di la fáquin pe ese u, la famosa prueba que determina quién pisa el suelo de cuál universidad, instituto profesional, o en su defecto, pre-universitario, o calle incluso.

Esta prueba es de un carácter bastante elitista. Según yo, los resultados que una persona puede llegar a obtener cambian de una manera increíble al hacer o no un pre. Independiente de qué pre es, éste cumplirá más que nada un rol de entrenamiento para llegar a enfrentar de una u otra forma la prueba, que por cierto es bastante básica en contenidos. Entonces, ¿qué está midiendo realmente la pi es iu? Aunque sé que acceso a los contenidos hay, nunca va a ser lo mismo leerlos en internet, tú solo en tu casa, que revisarlos con un profe con un dinamismo diferente al de la sala escolar, acostumbrado a resumir cuatro años de más bien laxa educación en lo realmente útil ¿para qué?, específicamente para esta prueba. Siempre he opinado que estas instituciones deberían llamarse pre-PSU.

Ya pasó el primer periodo de espera, el de los resultados. Ya supe cómo cresta me fue. Y según los puntajes de corte de mi carrera en la U que quería, me sobran setenta y ocho puntos así que es bastante seguro que entre. Sin embargo, para un montón de gente, éste es el siguiente periodo de espera, después del cual sabrán si están aceptados en la U o no. Es cuático esto del futuro cercano.

Después de este verano, al comenzar el año académico propiamente tal, voy a cambiar todo otra vez. Y me gusta.